El embarazo es un momento clave no solo para la salud de la madre y el bebé, sino también para proyectar el estado metabólico futuro de ambos. Estudios recientes han puesto en evidencia que esta etapa puede influir en el desarrollo de la enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés) —anteriormente llamada hígado graso no alcohólico— y de su forma avanzada, la esteatohepatitis metabólica (MASH).

El concepto de los orígenes del desarrollo de la salud y la enfermedad, planteado en la investigación médica desde hace varias décadas, sostiene que el ambiente intrauterino marca la salud de la descendencia a largo plazo. Hoy, esta visión se amplía hacia las enfermedades hepáticas, lo que convierte al embarazo en un escenario privilegiado para diseñar estrategias de prevención.
El embarazo como oportunidad de prevención
Los controles prenatales y el seguimiento posparto inmediato son mucho más que protocolos rutinarios: constituyen una herramienta para identificar riesgos futuros. Este periodo ofrece tres ventajas únicas: cercanía con el sistema de salud, alta receptividad a la información médica y motivación para adoptar hábitos saludables.
La evidencia disponible sugiere que complicaciones como la diabetes gestacional no solo afectan el curso del embarazo, sino que incrementan significativamente la probabilidad de que la mujer desarrolle hígado graso metabólico en los años posteriores. Aunque no se ha confirmado un vínculo causal definitivo, la alteración del metabolismo y los cambios en los lípidos durante la gestación parecen actuar como factores aceleradores de MASLD y MASH.
Una mirada intergeneracional
El impacto no se limita a la madre. El estado metabólico en el embarazo puede condicionar también la salud hepática de los hijos en su vida adulta. Esto refuerza la importancia de entender el embarazo como una etapa de prevención en salud pública, capaz de modificar el curso de enfermedades crónicas en más de una generación.
Opinión del especialista
El Dr. Iván Nieto Orellana, gastroenterólogo, hepatólogo y especialista en endoscopía avanzada, comenta:
“En mi práctica clínica, veo al embarazo como una oportunidad extraordinaria para detectar factores de riesgo que podrían derivar en enfermedad hepática. Si identificamos tempranamente a mujeres con alteraciones metabólicas y damos seguimiento después del parto, podemos reducir de manera considerable la carga futura de hígado graso en la población. Es una inversión en la salud de la madre y de sus hijos”.
